Hoy incurrimos en una de esas excepciones que ponen sal a cualquier blog, y, en lugar de música country, hablamos de literatura. No de literatura en abstracto, que nos pueden dar las mil, sino de una obra muy concreta y específica, que os quiero recomendar a todos: Tiempos y costumbres, una colección de relatos de Alberto de Frutos que acaba de publicar la editorial Autores Premiados (Sevilla, 2014).
No sé si alguno de vosotros conoce a su autor, que ya ha publicado otros libros en el género de la narrativa breve. Yo sí lo conozco, y los más curiosos pueden intuir nuestra filiación pinchando en la pestaña de Quién soy. Pero no me ciega la pasión fraterna. Uno, por estos lares virtuales, ejerce de crítico y alaba solo lo que le parece bueno. ¿O es que en la familia Carter solo la guitarra de Maybelle merecía los elogios?
En serio. Tiempos y costumbres es un excelente libro de relatos, y no porque yo lo diga, sino porque los 16 cuentos que lo componen vienen avalados por un sinfín de premios a lo largo y ancho de la geografía española (Madrid, Córdoba, Almería…). Son relatos tiernos, graciosos y desesperados, osados y modestos, históricos y contemporáneos, fieramente humanos. Hay memoria y porvenir en estos cuentos, vaya que sí, y sonrisas y lágrimas, cómo no…, ¿y música? Pues, hombre, claro que hay música: música en las palabras y en los silencios, country y de la otra.
Su autor ha puesto toda la carne en el asador, y lo puedo decir con conocimiento de causa, ya que he asistido al proceso de su composición desde la primera letra (por cierto que el libro se abre con una cita de Cicerón –O tempora, o mores–, que es la que le da título). Os dejo ahora, como aperitivo de lo que podéis encontrar en las páginas del libro, con un par de citas extraídas al azar:
–Quienes lo conocíamos sabíamos que mi abuelo amaba sin reservas; que en su corazón no cabía la letra pequeña –solo, paradójicamente, la más grande y despejada–; y que no se arrepentía nunca de darse a los demás, porque sabía que vivir para uno mismo es igual que morir muy lentamente.
–Antes tendría que explicar en qué consiste hacerse mayor. Consiste en olvidar. Crecer es cancelar una y otra vez esa cita ineludible y desesperada con los recuerdos.
Y, como es tradición, os dejo con una canción que le va como anillo al dedo. La canta Jean Seberg y es lo mejor de la película de Joshua Logan La leyenda de la ciudad sin nombre (Paint your wagon, 1969).