El pasado 10 de febrero salió al mercado Holding All the Roses, del grupo de rock sureño Blackberry’s Smoke, un quinteto originario de Atlanta (Georgia) y capitaneado por Charlie Starr. Richard Turner, Brit Turner, Paul Jackson y Brandon Steel completan la formación. Se trata de su cuarto disco desde 2004 y el primero tras el éxito de Whippoorwill (2012), que alcanzó las 50.000 unidades vendidas. Este de ahora bien podría desbancarlo: ya ha llegado al número 1 de las listas y en su primera semana vendió más de 19.000 copias. Producido por Brendan O’Brien, del sello Rounder, sus influencias más patentes nos remiten a Steve Earle y Lynyrd Skynyrd; y personalidades como Gregg Allman se han rendido a sus encantos. Las 12 pistas son muy heterogéneas. Como dice Starr, «a nadie le gusta comprar un álbum y escuchar que todas las canciones suenan igual». Too High cuenta con una rica instrumentación, con fiddle, mandolina y guitarra. En No way back to Eden, el narrador se resigna a un futuro incierto, ya que «esta vida nos arrastra a todos fuera del paraíso». Charlie Starr se inspiró para Woman in the Moon en su propia infancia: siempre que miraba a la luna, lo que veía era una mujer. “¿A quién?”, le preguntaron en una entrevista. “A Marilyn Monroe”. Living in the Song es el primer single que salido del disco, en diciembre del año pasado. Holding All the Roses en Amazon
Mes: febrero 2015
Sobre héroes y tumbas (II)
Esta patriótica marcha es otra de las canciones más acomodaticias con la guerra de Vietnam. Fue escrita por Stonewall Jackson, bautizado así en homenaje al famoso general de la Guerra de Secesión. En The Minutemen are turning in their graves, Jackson hace referencia a los antiguos milicianos estadounidenses, los Minutemen, que se revolverían en sus tumbas al ver que hay hombres que no quieren ayudar a su patria y prefieren morir como esclavos antes que luchar por su libertad.
Muchos años después de que terminara la guerra, en 2004, el grupo Old Medicine Crow Show incluyó Big Time in the Jungle en su álbum Old Medicine Crow Show. La letra cuenta cómo en 1965 el gobierno reclutó a un chico –“no diferente a ti o a mí”– que vivía feliz en Alabama. Convencido de que hacía bien en ir a la selva a luchar por un ideal del que “no sabía nada en absoluto”, al llegar a Vietnam el sargento los recibió diciendo que “aprenderían a odiar a su hermano antes que a su enemigo”. En los arrozales, cercado por las bombas, se pregunta quién tiene la culpa de su situación.
Hello, Vietnam fue escrita por Tom T. Hall e interpretada por Johnny Wright en 1965. La letra apoya inequívocamente la guerra: “El mundo debe aprender que los fuegos que no apaguemos arderán con más fuerza. Debemos salvaguardar la libertad a cualquier precio o algún día perderemos nuestra propia libertad”. Muchos de vosotros la recordaréis porque aparecía en La chaqueta metálica (1987).
Persiguiendo el viento
Hoy os voy a hablar de una película sobre el universo de la música country, que se estrenó en Estados Unidos el pasado 26 de septiembre. Concedámoslo, la historia que narra no tiene nada de novedoso –se podría decir que es tan vieja como el Antiguo Testamento–, pero el trío protagonista –Alan Powell (Jed), Ali Faulkner (Rose) y Leslie Nicol-Thomas (Shelby)– lo hace bien, la dirección es correcta, y, en fin, que merece la pena verla.
El protagonista, Jed King, aplomado por la fama de su difunto padre, el también músico David King, se convierte en una estrella del country, siempre de aquí para allá. La novedad estriba en los pasajes que el protagonista recita del Cantar de los Cantares y el Libro del Eclesiastés escrito por el rey Salomón (Salomón era hijo del rey David y en la película el protagonista, Jed, es hijo de David King: la simbología es bastante evidente).
La banda sonora constituye el principal atractivo de la cinta. Ha salido un disco con sus 11 temas originales, así como con nuevas versiones de clásicos que también aparecen en la película, entre ellos Turn, Turn, Turn, escrito por Pete Seeger y curiosamente inspirado también en el Eclesiastés. Algo muy apropiado, ya que el actor principal, Alan Powell, pertenece a un grupo de música cristiana originario de Nashville, Anthem Lights, que ha publicado tres álbumes hasta la fecha.
Os dejo con The Song (Awaken Love), la canción que da título a la película. Escrita por Jill Paquette deZwaan, en la ficción lo hace Jed, que se la dedica a su mujer.
Al igual que la anterior, All I Wanna Be también es de deZwaan y en la película la interpretan Alan Powell y Leslie Nicol-Thomas.
El director, Richard Ramsey, compuso junto con Vincent Emmet el tema Chasing after the wind, cuya letra abunda en una idea que se repite a lo largo de todo el metraje: la vida es vanidad y, en ocasiones, no hacemos más que ir “persiguiendo el viento”.
De los mismos autores es End of the Matter. Con estas palabras termina el libro del Eclesiastés: “Escuchemos el fin del asunto, teme a Dios y cumple sus mandamientos…”.
Roy Rogers, el rey de los cowboys
Su nombre real era Andrew Slye y, a diferencia de otras personalidades del country cuya biografía hemos abordado ya en este blog, no nació en el campo, sino en una gran ciudad, Cincinatti, Ohio, en 1911. A sus padres, sin embargo, no les gustaba la vida urbana, y, tras una temporada viviendo en un barco, compraron una granja en una localidad de Ohio. Fue allí donde Slye empezó a interesarse por la música (y por los caballos): aprendió a tocar la mandolina, la guitarra y el canto tirolés.
Su carrera se desarrolló fundamentalmente en el cine, así que ¿cómo llegó a Hollywood? En 1929, su hermana se trasladó a California tras su boda y el resto de la familia la siguió, huyendo de la Depresión y atraída por la nueva industria del cine sonoro. Los inicios fueron duros, pero pronto las habilidades de Rogers lo llevaron a incorporarse al grupo The Rocky Mountaineers –más tarde Sons of the Pioneers–, autores del éxito Tumbling Tumbleweeds.
En 1935 se dejó caer en varias películas como “cowboy cantante”, haciéndole la competencia a otra de las estrellas del momento, Gene Autry. La muerte en accidente de aviación de Will Rogers, un actor que fue cowboy en su vida real, sugirió al estudio el cambio de nombre de Slye a Roy Rogers. Uno de sus papeles más recordados fue en Mando siniestro (1940), de Raoul Walsh, junto a John Wayne. Su popularidad creció año tras año, y, de hecho, fue una de las estrellas más taquilleras entre 1939 y 1954 y un ídolo de la infancia.
Tras perder a su hija, nacida con síndrome de Down, su mujer y él se convirtieron en firmes defensores de la adopción y de los derechos de los niños impedidos y sin hogar. En 1968, prestó su nombre a una empresa de comida rápida, Restaurantes Roy Rogers, que le reportaron grandes beneficios y le convirtieron, gracias también a los derechos de sus películas, en una de las personas más acaudaladas del country. En 1988 fue elegido miembro del Salón de la Fama de la Música Country. Murió en 1998.
Escuchemos una de sus canciones más emblemáticas, Happy Trails, en la que canta junto con su segunda mujer, Dale Evans, autora de la melodía. Esta canción serviría como sintonía del programa de radio y televisión The Roy Rogers Show, que se mantuvo en antena entre 1944 y 1957. La letra es muy optimista: “Algunos caminos son alegres, otros son tristes pero lo que cuenta es cómo se cabalgue por esos caminos”.
“¿A quién le importan –se pregunta al final– las nubes, siempre que estemos juntos?”.
Norte y Sur (VII)
En las próximas entregas nos aproximaremos a uno de los lugares comunes de todas las guerras: las canciones que los soldados en el frente dedican a sus novias y mujeres.
La primera que vamos a escuchar, Lorena, fue escrita en 1856, unos años antes de que estallara la guerra, en Ohio –estado del norte–, pero fue tremendamente popular en ambos bandos durante el conflicto. Su autor, el reverendo Henry D.L. Webster, se la dedicó a un viejo amor, Ella Blocksom, cuyo rechazo provocó que abandonara su labor como pastor. Su amigo Joseph Philbrick Webster se ocupó de la música. Nostálgico y sentimental, el tema caló tan hondo entre las tropas sureñas, que hubo quien dijo que fue el culpable de que el Sur perdiera la guerra: al cantarla, los soldados se ponían en modo melancólico, y perdían las ansias de luchar. Max Steiner la incluyó en la banda sonora de Lo que el viento se llevó (1939) y, años después, en algunas escenas de Centauros del desierto (1956). La letra expone lo perdurable del amor: “Los años se arrastran lentamente, hay nieve en el terreno, el sol se pone en el cielo, hay escarcha donde antes había flores, pero los corazones laten tan cálidamente ahora como cuando se aproximaban los días del verano”.
En mi opinión, Tennessee Ernie Ford fue quien mejor supo captar el espíritu suave de la balada con su espléndida voz de barítono. Lo hizo en su disco Songs of the Civil War (1961).
Escuchemos al 97 Regimental String Band.
Tom Roush ha recuperado multitud de canciones de la Guerra Civil, entre ellas ésta.
Second South Carolina String Band versionó este clásico.
El virtuoso del fiddle y el banjo –y gran representante del bluegrass– John Hartford nos regaló esta versión.
Rhinestone Cowboy. Larry Weiss, 1975
Larry Weiss escribió esta canción, uno de los grandes éxitos de la carrera de Glen Campbell, con más de un millón de unidades vendidas hasta la fecha. Fue publicada por Capitol Records en mayo de 1975. Su protagonista es un chico harto de la vida en la ciudad. “En las sucias calles de Broadway –nos dice– el nombre del juego se llama ajetreo”. Tiene especial afición por el mundo del western y se imagina que algún día brillará como “un cowboy con diamantes de imitación”.
El tema conquistó varios premios, como el de mejor canción de la Academia de Música Country, y fue candidato al Grammy. Además, ha aparecido en la banda sonora de la película Rhinestone (1984), con Sylvester Stallone y Dolly Parton.
Aunque su autor la había grabado en 1974, no alcanzó la fama hasta la versión de Glen Campbell.
Chris LeDoux la incluyó en su álbum Life As a Rodeo Man (1975).
La gran dama del country, Loretta Lynn, hizo lo propio en When the tingle becomes a chill (1976).
En 1977 Charley Pride la versionó para su disco She’s Just an Old Love Turned Memory.
En 2004 el actor y cantante David Hasselhoff la recuperó en David Hasselhoff Sings America.
Por último, escuchemos al cantante canadiense George Canyon en su disco Classics II (2012).
Arqueología del country
Cuando llegué por primera vez a Nashville, la gente apenas respetaba la música country. Vivíamos en coches viejos y en hoteles sucios y comíamos lo que podíamos.
When I first came to Nashville, people hardly gave country music any respect. We lived in old cars and dirty hotels, and we ate what we could.
Loretta Lynn
Bayou Country. Creedence Clearwater Revival, 1969
Este disco se podría encuadrar dentro de la corriente de rock sureño que empezó a proliferar a finales de los 60. Uno de sus máximos exponentes fue Creedence Clearwater Revival (CCR), un grupo formado por John y Tom Fogerty, Stu Cook y el percusionista Doug Clifford. Aunque originario de California, nunca tuvieron mayor problema para adaptarse a la tradición musical sureña.
Bayou Country fue grabado en 1968 en los estudios de Hollywood, California, y salió al mercado en enero del año siguiente bajo los auspicios de Fantasy Records. Reeditado en numerosas ocasiones, consta de siete pistas y dura poco más de media hora.
El convincente tema con el que se abre el disco es Born on the Bayou, en el que el narrador nos describe su infancia en los pantanos de Louisiana, persiguiendo a los “hoodoos”, una especie de duende como los trasgos del norte peninsular.
Proud Mary, escrita por John Fogerty, llegó al número 2 de la lista Billboard. El protagonista tenía un buen trabajo en la ciudad, pero lo dejó seducido por la atracción de la Proud Mary, una embarcación que surcaba las aguas del Mississippi. Por cierto, esta es una de las canciones que aparece comentada en el libro Canciones para enmarcar, de Jaime Urrutia, del que ya hemos hablado aquí.
Good Golly, Miss Molly es la única canción del disco que no fue escrita por Fogerty, sino por John Marascalco y Robert Bumps Blackwell en 1956. La popularizaría Little Richard dos años después.
CCR también incluyó un tema de blues en el álbum, Graveyard Train. Ya sabemos que el blues siempre cuenta historias tristes, y esta lo es: tras una discusión, Rosie abandona su hogar en tren, sufre un accidente al chocar con un autobús, mueren 30 personas, y, entre ellas, claro está, la propia Rosie. Por las noches, el narrador repite una y otra vez su nombre y se siente como la víctima 31.
Sobre héroes y tumbas (I)
En el contexto de la Guerra Fría que convulsionó al mundo tras la Segunda Guerra Mundial, la península de Indochina se desgarró en 1955 con la guerra entre Vietnam del Norte, apoyado por la URSS y China, y Vietnam del Sur, que se resistía al comunismo. Algunos países extranjeros se involucraron en la misma, entre ellos Estados Unidos, cuya presencia en el terreno era aún muy limitada. No obstante, desde los tiempos de Kennedy esta presencia aumentó significativamente; y, a raíz del incidente de Golfo de Tonkín, que enfrentó a barcos estadounidenses y norvietnamitas y en el que no hubo bajas americanas, el sucesor de Kennedy en la Casa Blanca, Lyndon B. Johnson, incrementó los bombardeos sobre el norte. En total, se estima que la guerra de Vietnam provocó más de 1,3 millones de muertos, 800.000 de ellos civiles vietnamitas.
En esta nueva serie, nos preguntamos cómo fue tratado el tema por las estrellas country del momento.
La primera canción rinde homenaje a las víctimas estadounidenses de la guerra, más de 50.000 hasta su retirada en 1973. Fifty Thousand names carved in a Wall, de George Jones, habla los objetos personales que los familiares y amigos de los difuntos llevaban a una especie de santuario que rendía homenaje a los caídos: fotografías, estrellas de David, rosarios, flores, osos de peluche, latas de cerveza, niños que no dicen nada…
Como iremos viendo en otras entregas, hubo un movimiento de protesta creciente contra la guerra; sin embargo, el tema que vamos a escuchar ahora es el prototipo de canción patriótica, que no se cuestiona nada. The Ballad of the Green Berets (“La balada de los boinas verdes”) fue escrita por el sargento Barry Sadler mientras se recuperaba de sus heridas junto con Robin Moore en 1966. Este último escribiría luego el libro en que se basaría John Wayne para su película Los boinas verdes.
Patsy Montana, la chica del millón de copias
Su nombre real era Ruby Blevins, nació en 1908 en Arkansas y en 1929 se fue a California a probar fortuna en el mundo de la música. Ganó un concurso de talento vocal y aprendió a tocar la guitarra. Después, se trasladó a Chicago e hizo una audición para el National Barn Dance, un programa de radio, hoy desaparecido, cuyas emisiones comenzaron solo un año antes de las del Grand Ole Opry. Le salió bien y, a partir de ahí, se abrió camino en la música country. Escogió su nombre artístico de un actor de cine mudo, Monte Montana, y protagonizó la película Colorado Sunset (1939), con Gene Autry. Se retiró en los años cincuenta para dedicarse a su familia, y volvió en 1964 acompañando en un disco a la estrella emergente Waylon Jennings; pero su tiempo había pasado ya. El año en que murió, 1996, entró en el Salón de la Fama de la Música country. Escuchemos la canción más popular de Patsy Montana, I Want to Be a Cowboy’s Sweetheart, que escribió en 1934 y grabó al año siguiente para ARC Records. Está basada en Texas Plains, de Stuart Hamblen, y ostenta el honor de ser la primera grabación de una mujer que vendió más de un millón de copias, toda una hazaña considerando que se comercializó en lo más hondo de la Gran Depresión. El tema aparece en los títulos de crédito de la película Lone Star (John Sayles, 1996). Esta es la versión que grabó Rosalie Allen en los años 40. Otra artista country, Patti Page, hizo un single de esta canción western. Suzy Bogguss la incluyó en su álbum Somewhere Between (1989). La siguiente versión se la debemos a una jovencísima LeAnn Rimes en All That (1994). Cuando grabó el disco, sólo tenía 11 años.