Disco del mes (octubre)

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El disco que voy a resaltar este mes –Every Little Thing– a punto estuvo de no ver la luz. Su autora, Carly Pearce, de 27 años, empezó con mucha energía en esto de la música, pero no conseguía dar el salto al terreno profesional. El mercado no confiaba en ella y su primer contrato discográfico, con Sony Music Nashville, no llegó a buen puerto.

No se rindió y, aunque forzada a abandonar el mundo de la música durante un tiempo, su colaboración como artista invitada en un single hizo que el productor Busbee se fijara en ella, y en 2016 firmó un contrato con Big Machine Records. De la mano de este sello apareció el pasado 13 octubre su álbum de debut, Every Little Thing, y con él la perspectiva de una muy prometedora carrera.

Escuchemos el primer single del disco, que le da nombre. Every Little Thing, escrito por Carly Pearce, Emily Shackleton y Busbee, salió al mercado en febrero de este año. Es una balada en la que cobran protagonismo los instrumentos propios del bluegrass, como el dobro o el contrabajo. La narradora, tras una ruptura sentimental, recuerda todas las pequeñas cosas que hacían de su pareja alguien especial.

El resto de los que vamos a escuchar han sido singles promocionales del disco. En el primero de ellos, If my name was Whiskey, escrito por Pearce, Busbee y Shane McAnally, la narradora se lamenta de que su pareja, alcohólico, la deje a un lado por sus problemas con la bebida. Desearía que su nombre fuera Whiskey para atraerlo a su compañía.

Color es un tema compuesto por Carly Pearce, Busbee y Laura Veltz. Escuchémoslo.

Vamos con I need a ride home, de Ashley Gorley, Hillary Lindsey y Matt Jenkins. En esta nostálgica canción, la protagonista echa de menos su ciudad natal.

En Dare Ya, los compositores Carly Pearce, Joe Ginsberg y Allison Veltz desgranan el «reto» que propone la protagonista a su pareja: dejarse llevar e iniciar una relación con ella.

El tema que abre el disco ha salido como single promocional en último lugar. Lleva por título Hide the Wine, ha sido compuesto por Ashley Gorley, Hillary Lindsey y Luke Laird, y es el favorito de la propia Pearce. De corte country-pop, un hombre vuelve a casa tras una prolongada ausencia, y la mujer «esconde el vino» porque no confía lo bastante en sí misma para no caer de nuevo en sus redes.

Every Little Thing en Amazon

 

Burnin’ Old Memories. Larry Boone, Paul Nelson y Gene Nelson, 1989

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Kathy Mattea popularizó este tema y lo llevó a lo más alto de las listas, haciendo gala de una de sus señas de identidad: la fusión de distintos estilos musicales, como el folk, el country tradicional o la música celta. En este tema en particular se aprecian, además, elementos jazzísticos.

Pertenece a su disco Willow in the Wind, y con él siguió la cadena de grandes éxitos que jalonaron su carrera a finales de los 80. Su tono de western swing, con cierta nostalgia de pasado, le da un ritmo muy alegre, y al público no le fue difícil conectar.

Habla de la ilusión de la protagonista ante su nuevo amor, tras romper con otra pareja que le hizo pensar que nunca volvería a enamorarse: «Estoy quemando los viejos recuerdos con una nueva llama».

Escuchemos ya la grabación de Kathy Mattea.

Nueva Orleans pierde a su hijo más ilustre

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Con la muerte de Antoine Fats Domino, desaparece uno de los últimos pioneros del rock and roll.

Domino nació en Nueva Orleans en 1928, en el seno de una familia numerosa –fueron nueve hermanos– y, a los 14 años, se vio obligado a abandonar la escuela. Su cuñado le enseñó a tocar el piano y, en 1949, consiguió su primer contrato discográfico con Imperial Records.

Durante los años 50 no hubo quien le tosiera y, con la sola excepción de Elvis Presley, fue el artista de rock and roll que más discos vendió en esa década. Tras dejar Imperial Records en 1963 y fichar por ABC-Paramount Records, su fama empezó a menguar, lo que no le supuso ningún problema: «Querían que cambiara y adaptara mi estilo. Yo me negué a cambiar; tenía que aferrarme al estilo que siempre había usado o no sería yo». En 1986 entró en el Salón de la Fama del Rock and Roll y, en 1998, se convirtió en el primer artista de ese estilo en recibir la Medalla de las Artes de Estados Unidos (máxima distinción que otorga el presidente de Estados Unidos).

En el curso del huracán Katrina que asoló Nueva Orleans en 2005, se negó a abandonar su casa hasta que tuvo que ser rescatado de ella, tras perder todas sus pertenencias, incluida la citada medalla, que «canjeó» por una réplica que le entregó el presidente Bush durante un viaje a la zona. Desde entonces, prácticamente dejó de actuar en público.

Comenzamos nuestro repaso musical por esta gran figura con su primera grabación, Fat Man, en diciembre de 1949. Considerada una de las primeras grabaciones de rock and roll de la historia, fue la primera de ese género que vendió un millón de copias en Estados Unidos. Fue compuesta por un joven Fats Domino, a la sazón de 21 años, con la colaboración de Dave Bartholomew, diez años mayor que él y todavía vivo a sus 98. El dúo desarrollaría una fructífera colaboración a lo largo de los años. En la grabación, junto a Fats Domino al piano, intervienen Earl Palmer a la batería, Frank Fields al bajo y Ernest McLean a la guitarra.

Don’t you lie to me, un tema de 1940, fue grabado por Fats Domino en 1951.

Los orígenes de Careless Love se pierden en el jazz tradicional de Nueva Orleans. Se trata de un tema versionado infinidad de veces, en el que Fats Domino se fijaría en 1951.

A mediados de la década de los 50, llegó Ain’t That a Shame, uno de sus mayores éxitos. De nuevo con la colaboración de Dave Bartholomew, fue una de las pocas canciones que grabó fuera de su querida Nueva Orleans. Tanto fue el furor que causó en los años 50 y principios de los 60, que a George Lucas no le quedó otra que incorporarla a la banda sonora de American Graffiti (1973), cuyo argumento se centra en un grupo de jóvenes de esa época. Por cierto que este tema fue el primero que aprendió a tocar John Lennon.

Dave Bartholomew colaboró con Fats Domino también en este I’m in Love Again, que vio la luz como single en 1956.

La siguiente canción salió como la cara B del single anterior. My blue heaven fue escrita en 1924 para el teatro musical por Walter Donaldson y acabó siendo una de las más vendidas de esa década. Fats Domino revisitó este clásico, transformándolo en un tema de rock en 1956.

Hace ya tres años dedicaba una entrada a uno de los mayores éxitos de Fats Domino, Blueberry Hill (aquí la podéis ver). Aunque fue escrita a principios de los años 40, sin lugar a dudas la versión de Fats Domino de 1956 es la más conocida. La revista Rolling Stone la considera una de las 100 mejores de la historia.

Con su eterno colaborador, Dave Bartholomew, compuso I’m walking (1957).

Bobby Charles escribió en 1960 Walking to New Orleans y se la ofreció a su ídolo Fats Domino, para quien ya había trabajado en Before I Grow Too Old. Es uno de sus temas más reconocibles.

Escuchemos ahora dos homenajes de Fats Domino a un referente en la música country, Hank Williams. En primer lugar, Jambalaya, un single de 1961.

No sería la única vez que Fats Domino versionara a Hank. También lo hizo con Your cheating heart. Esta versión es de 1964.

Por último, escuchemos otra de sus incursiones en el country: su último single, Whiskey Heaven, que pudimos disfrutar en la banda sonora de La gran pelea (1980).

 

Ray Pillow, cantante y publicista musical

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Ray Pillow nació en Virginia hace 80 años. De adolescente, tenía muy claro que lo suyo era la música y, tras su breve paso por la Marina, actuó por primera vez en una radio local de Virginia, donde sustituyó a un miembro de la banda de su tío que estaba enfermo. Los aplausos que recibió y el ánimo de su pariente le convencieron de iniciar una carrera por su cuenta.

Con poco más de 20 años, llegó a Nashville y se le vio en el Grand Ole Opry. En 1966 ingresó en aquella institución como miembro de pleno derecho, y hoy es uno de los más veteranos de la llamada «catedral de la música country«. Sus primeras grabaciones datan de 1965, y su popularidad fue casi inmediata gracias a sus dúos con Jean Shepard. Desde 1994, pertenece también al Salón de la Fama de la Música Country de Virginia.

Sin embargo, su marca más profunda en este género la ha dejado como publicista y productor. Fundó la compañía Sycamore Records y después trabajó en el departamento artístico de Capitol Records, como encargado de descubrir a nuevas promesas (fue él quien catapultó a la fama a intérpretes como Lee Greenwood).

Escuchemos uno de sus singles, Reconsider Me (1969). Se trata de una balada a medio camino entre el country y el soul, escrita por Margaret Lewis y Mira Smith. Tal como sugiere el título, la letra versa sobre las segundas oportunidades. El protagonista ruega a su pareja que reconsidere volver con él.

Este mismo año la grabó Johnny Adams. Escuchemos su versión, a la que da un particular estilo de rhythm and blues, tan en boga aquellos años.

A sus veinte años, la promesa John Wesley Ryles la interpretó en 1971.

Una de las versiones más exitosas del tema se la debemos a Narvel Felts en 1975.

Dayna Kurtz se encargó de descubrir este tema a una nueva generación. Su versión es de 2013.

Chiseled in Stone. Vern Gosdin y Max D. Barnes, 1988

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Hace poco más de tres años, la revista Rolling Stone publicó una lista con las 40 canciones country más tristes de todos los tiempos. Esta que vamos a escuchar aparecía hacia la mitad de la tabla.

Chiseled in Stone, obra de Vern Gosdin y Max D. Barnes, fue grabada por el primero en su disco homónimo. Su versatilidad vocal le valió el apelativo de «la voz» y su estilo ha sido comparado, yo creo que muy acertadamente, con el del mismísimo George Jones. El tema mereció el premio a la mejor canción en la Asociación de Música Country.

La letra comienza sobre seguro, con una típica discusión de pareja. Él se va al bar, donde un hombre mayor le dice que, aunque no lo crea, es afortunado porque la vida puede llegar a ser mucho más cruel: «No conocerás la tristeza hasta que no te enfrentes a la vida solo, no conocerás la soledad hasta que no esté cincelada en piedra», le advierte, y uno ve ya la lápida que al final nos aguarda a todos.

Vamos con la grabación de Vern Gosdin de 1988.

Chris Young, flamante miembro del Grand Ole Opry desde este mismo mes, también la ha versionado.

 

Kids of the Baby Boom. David Bellamy, 1986

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La sensación de paz y estabilidad que propició el final de la Segunda Guerra Mundial (pese a conflictos como la Guerra de Corea o las escaladas de tensión durante la Guerra Fría), unida al retorno al hogar de los soldados, dio lugar a una explosión de la natalidad –el baby boom– prácticamente a escala mundial.

A este fenómeno se refiere este tema de los Bellamy Brothers, un dúo compuesto por los hermanos David y Homer. La canción describe acontecimientos que marcaron la vida de esta nueva generación: los cómics de los 50, el asesinato de Kennedy, la llegada del hombre a la Luna… En la letra también hay una referencia a la música rock que hacía furor entre los adolescentes de los baby boomers: «Teníamos compasión por el diablo y por los Rolling Stones«. La canción demostró ser un tanto profética, al advertir que todo ese optimismo y prosperidad, que parecían haberse anclado en la vida de esa generación, podía tocar a su fin: «Tenemos libertad, tenemos dinero, estamos contando nuestas ganancias demasiado pronto». No deja de ser curioso que el tema apareciera solo un año antes del crash bursátil de Wall Street de 1987, el conocido como Lunes Negro.

Os dejo con la versión de los Bellamy Brothers, que pertenece a su disco Country Rap (1986) y que fue su último número 1 en las listas.

Justin Tubb, herencia country en su ADN

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El hijo de Ernest Tubb llevaba el country en la sangre. Su padre, «el trovador de Texas», había sido uno de los grandes del género en los años 40 y 50 del pasado siglo. A mediados de esa última década, el joven Tubb se asoció con otra cantante de la que ya hemos hablado aquí hace unos días, Goldie Hill, y fue entonces cuando se dio a conocer y consiguió actuar en el Grand Ole Opry. Aunque grabó algunas canciones que le reportaron cierta fama, destacó más como compositor y escribió algunos éxitos, el mayor de los cuales fue Lonesome 7-7203, interpretado por Hawkshaw Hawkins (ya escuchado aquí). Aunque siguió en activo hasta principios de los 80, su estrella se había apagado tiempo atrás, ya que su estilo no conectaba con los cambios que se estaban produciendo en el country. Tras su muerte en Nashville en 1998, salió al mercado un recopilatorio de dúos grabados con su padre, Just You and Me, Daddy. Los Tubb, por cierto, se siguen dedicando a la música.

Desempolvemos ya la primera entrada en las listas de Justin Tubb (junto con su compañera profesional de esos años, Goldie Hill). Looking Back to See es una alegre canción country, grabada en 1954, que llegó al cuarto puesto de las listas. Escrita por Jim Ed Brown y Maxine Brown, nos presenta los ingenuos albores de una relación: «Me di la vuelta para mirar si tú te habías dado la vuelta para mirar…».

Esos compositores también formaron un grupo llamado The Browns, que incluyó el tema en su disco de debut Jim Edward, Maxine y Bonnie Brown (1957), nombres de sus tres miembros.

En 1962 un joven George Jones la grabó con Margie Singleton.

Y nos despedimos con otra versión. A principios de los 70, Buck Owens colaboró con Susan Raye y, entre las canciones que grabaron al alimón, se encontraba esta.

Red Dirt Girl. Emmylou Harris, 2000

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El álbum que vamos a escuchar hoy no es un álbum country al uso. Este trabajo de Emmylou Harris tiene un sonido casi hipnótico. La artista escribió –ya en solitario, ya en colaboración– once de las 12 canciones que lo componen, y eso que hasta entonces se había limitado casi siempre a interpretar canciones de otros. De hecho, solo repetiría esta experiencia como autora en Stumble into Grace (2003).

A lo largo de su extensa carrera, Emmylou ha trabajado en diferentes sellos, pero Nonesuch Records –la dicográfica bajo la que vio la luz este trabajo– ha sido una de las más recurrentes. Dirigida durante más de 30 años por Robert Hurwitz, se convirtió en toda una institución en la industria, editando a autores de todos los espectros musicales, como Astor Piazzola, Stephen Sondheim, Bjork, Caetano Veloso, Pat Metheny o Ry Cooder… Bajo el dilatado liderazgo de Hurwitz, el sello consiguió 42 Grammys.

Como curiosidad, este álbum, que en su día se alzó con el Grammy en la categoría de folk contemporáneo, aparece en la publicación 1001 álbumes que debes escuchar antes de morir (2005). Escuchemos ya algunos de sus temas.

El disco se abre con The Pearl, cuya letra nos plantea una metáfora no demasiado halagüeña del significado y el destino final de la vida. «Nuestro camino está gastado, nuestros pies pobremente pertrechados, elevamos nuestras plegarias hacia la probabilidad y tememos que el silencio sea la voz de Dios». En otra estrofa se dice: «La aflicción es constante y las alegrías breves, las estaciones vienen y no traen consuelo, el tiempo es un ladrón brutal y descuidado que se lleva nuestra suerte pero deja nuestra pena».

Rodney Crowell colaboró con Emmylou en Tragedy. De manera poética la letra describe el dolor de la narradora ante la negativa de su pareja a involucrarse plenamente en su relación. «Habría pagado a lo largo de los años un precio más valioso que los rubíes y las lágrimas para mantenerte seguro a mi lado pero tus sospechas, tu miedo y tu promesa de no dejar a nadie acercarse a ti eran tu trinidad. Una tragedia».

Guy Clark se alió con Harris para escribir una elegía al padre de esta, veterano de la guerra de Corea. El título, Bang the Drum Slowly, hace referencia a un clásico de las canciones de cowboys, Cowboy’s Lament, en el que se dice: «Golpea el tambor suavemente, toca la gaita humildemente».

My Baby Needs a Shepherd es más bien una oración de una madre para que su bebé esté seguro en el mundo. Está estructurada como una nana en la que la protagonista dice: «Mi bebé necesita un pastor, está allí sola perdida en la colina, necesita un ángel, nunca aprendió a volar».

El tema que da título al disco es Red Dirt Girl, que cuenta la historia de una chica sureña y todas sus desventuras hasta su fin, incluyendo la muerte de su hermano en la guerra de Vietnam o su matrimonio, que la sumió en una profunda depresión.

La única canción del disco que no fue escrita por Emmylou Harris, sino por Patti Griffin, es One Big Love, más positiva que las anteriores, ya que la protagonista se abre a las posibilidades que le trae un nuevo amor.

La propia autora, Patti Griffin, la grabó en su disco Flaming Red (1998).

Goldie Hill, una de las pioneras del country

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Argolda Voncille Hill nació en 1933. Su hermano mayor fue el cantante de country Tommy Hill, que, si bien trabajó con los grandes –Hank Williams, Webb Pierce o Smiley Burnette, entre otros–, no llegó a conocer el éxito. Pero fue él quien introdujo a Goldie –nombre artístico, ¿quién ha oído hablar de una cantante llamada Argolda?– en este mundillo.

La joven fichó por Decca Records y se convirtió en una de las primeras mujeres que triunfó en el country, uniendo su nombre a los de las legendarias Kitty Wells o Jean Shepard. Su primer single, Why Talk to My Heart, apareció en 1952. Durante esa década gozó de una inmensa popularidad, gracias sobre todo al álbum de dúos grabado junto a Justin Tubb, el hijo de Ernest. Tras su matrimonio con Carl Smith en 1957, prácticamente abandonó su carrera para dedicarse a su familia. Reapareció en los años 60 bajo el sello Epic Records, pero desde 1968, cuando sacó su último disco, apenas supimos nada de ella, hasta su muerte en 2005.

Escuchemos ahora su segundo single, el que más éxito tuvo de su carrera. I Let the Stars Get in My Eyes fue escrita por Slim Willet en colaboración con el hermano de Goldie, Tommy, en 1953. Al igual que en It Wasn’t God Who Made Honky-Tonk Angels (ya escuchada aquí) lanzado por Kitty Wells el año anterior, este tema surgió también como una canción-respuesta a otra popularizada por Perry Como, Don’t Let the Stars Get in Your Eyes (1952), compuesta en este caso por Slim Willet. Como advertía a una chica de que no se enamorara de otro durante su ausencia con estas palabras: «No dejes que las estrellas te cieguen los ojos, el amor florece por la noche pero por el día muere, yo soy el único que siempre te amará».

En la canción respuesta, la ausencia de él ha sido tan prolongada que la narradora reconoce que «ha dejado que las estrellas se interpusieran en sus ojos y que la luna le robara el corazón». Escuchemos la canción de Goldie Hill.

Ahora vamos con el tema que dio lugar a esta canción en la versión de su autor, Slim Willet.