En la entrada sobre Wabash Cannonball hablamos de la importancia de los trenes en la música folk americana. Aquí, el emblemático Johnny Cash une el subgénero de trenes con el de las prisiones. Esta canción, que nació como sencillo para el sello discográfico Sun Records, fue incluida tres años más tarde en el LP With his hot and blue guitar y tuvo tanto éxito que figuró también en All aboard the blue train (1962).
Johnny Cash reconoció que la inspiración le vino tras ver la película de 1951 Inside the walls of Folsom Prison. Con leves variaciones, la melodía había aparecido en el tema Crescent City Blues, de Gordon Jenkins (1953), quien no tuvo reconocimiento público por esta canción, si bien a principios de los años 70 Johnny Cash compensó su “silenciosa” contribución con 75.000 dólares.
Junto con I walk the line, esta canción es la más reconocible de Johnny Cash. Mención especial merece el concierto en directo que el artista dio en la misma prisión de Folsom en enero de 1968: los presos lo jalearon y Cash aprovechó para sacar un nuevo disco llamado At Folsom Prison.
La canción es un canto a la libertad. Su autor se pregunta cómo se sienten los reclusos ante la idea de que la gente se mueva libremente en los trenes. La letra narra la historia de un chico que fue encarcelado en la prisión de Folsom por no seguir los consejos de su madre –“siempre sé un buen chico y no juegues con armas”– y matar “a un hombre en Reno sólo por verle morir”. Ahora añora la libertad perdida, y en la lejanía escucha el silbato del tren y se imagina a la gente sin preocupaciones, “fumando cigarros y bebiendo café”. Finalmente, concluye con esta reflexión: si la línea de ferrocarril fuese de su propiedad, la alejaría de la prisión y con ello se iría su tristeza.