Enjaulados (VIII)

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En la entrada anterior, dedicada a At Folsom Prison, alabamos el éxito comercial que cosechó este disco. Pues bien, su gloria fue superada por el que sacó Johnny Cash al año siguiente, At San Quentin. Sin duda, el sello discográfico quiso repetir su buena fortuna y, de hecho, lo logró, pues no solo llegó al número 1 en las listas country (como el anterior), sino también en las pop. Fue nominado al mejor álbum en los Grammy y Cash ganó en la categoría de Actuación masculina por A Boy Named Sue, que podéis escuchar aquí. El concierto fue grabado en otra prisión californiana, San Quentin, en febrero de 1969.

Escuchemos Wanted Man, una de las incursiones de Bob Dylan en el country y el tema con el que se abre el disco. El narrador nos dice que hay carteles de «se busca» referidos a él por todas partes.

Siguiendo la estela de Johnny Cash, Mack Vickery grabó Live at the Alabama Women’s Prison en una cárcel de mujeres de Alabama, que arrastraba la fama de ser una de las más duras de Estados Unidos. Vickery contaba poco más de 30 años cuando vio la luz el disco, en 1970. Sus inicios habían discurrido por el rockabilly y, en el country, más que como intérprete fue conocido como autor de canciones grabadas por otros como Johnny Cash, Waylon Jennings o George Jones.

Escuchemos Life Turned Her That Way. El tema fue escrito por Harlan Howard en 1965, y esta es la versión de Vickery del 70. La letra no puede ser más apropiada para el marco en que se inscribe. El autor advierte a la sociedad de que «si (la protagonista) parece fría y amargada, se pare a pensar antes de condenarla porque la vida la volvió así».

Enjaulados (V)

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El autor que más discos country ha grabado en prisiones también pasó por una de ellas por delitos menores relacionados con la posesión de drogas. Durante su juventud, Johnny Cash, que de niño había mostrado una gran religiosidad, se dejó seducir por el mundo de las drogas.

Al principio, según cuenta en su autobiografía, lo hizo para mantener su enloquecido ritmo de giras y conciertos, pero terminó siendo un problema de adicción. Johnny tenía la costumbre de esconder pequeñas cantidades de droga en la funda de su guitarra. En una ocasión, en 1965, a la vuelta de un viaje a México, los agentes de aduanas de Texas descubrieron la mercancía y fue obligado a pagar una multa de 1.000 dólares. Ese mismo año una patrulla de policía le sorprendió con un cierto número de pastillas y pasó la noche en los calabozos de de Starkville. Cuando sucedieron los hechos, Johnny Cash estaba paseando por un jardín, así que tiró de sentido del humor y compuso una canción relatando el incidente diciendo que le habían detenido por recoger flores.

Escuchemos Starkville City Jail, que aparece en At San Quentin (1969).

Durante sus últimos años, la vida de Hank Williams fue un escalonado descenso a los infiernos. Sus dolores de espalda le llevaron a abusar del alcohol y de tranquilizantes como la morfina. En aquellos tiempos era más fácil conseguirla, sobre todo si se daba, como le pasó a él, con un «médico» como Toby Marshall, que ya había sido condenado por estafa y que le sumistraba cantidades escandalosas de medicamentos. El 11 de agosto de 1952 Hank fue expulsado del Grand Ole Opry por sus problemas con el alcohol y las drogas, y seis días más tarde fue detenido en Alabama por desórdenes en un hotel. Al día siguiente, un amigo suyo pagó la fianza de 10 dólares y quedó en libertad.

Escuchemos un éxito suyo de 1951, Lonesome Whistle, que habla de dos de los temas más recurrentes en el country clásico, los trenes y las prisiones. La escribió junto con Jimmie Davis, que además fue gobernador de Louisiana.

A Boy Named Sue. Shel Silverstein, 1969

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Vamos hoy con una canción country de corte humorístico, interpretada más bien como un recitado con acompañamiento musical.
Cuenta la historia de un hombre que planea vengarse de su padre por haber cometido el desatino de llamarle Sue (un nombre de chica). Aunque su progenitor les abandonó a él y a su madre cuando solo tenía tres años y no les dejó nada (“solo una guitarra y una botella vacía de licor”), no le culpa por ello, sino por haberle puesto ese nombre, para cachondeo de todos sus amigos. Un día, le encuentra en una taberna y lo reconoce por una foto que tenía su madre. A modo de presentación, le dice: “Me llamo Sue. ¿Qué tal? Ahora, vas a morir”. Se enzarzan en una pelea a puñetazos y el padre se defiende diciendo que en esta vida hay que ser duro para triunfar, y creyó que, para endurecerle, lo mejor era ponerle Sue. Al final, padre e hijo se reconcilian, y este promete que, si alguna vez tiene un hijo, “lo llamará Bill o George, cualquier cosa menos Sue”.
Parece ser que la inspiración de Shel Silverstein para escribir la canción le vino de su amigo, el humorista Jean Shephard, que también tenía nombre de mujer y se hacía llamar Shep para disimularlo. La canción fue popularizada por Johnny Cash, que no dejó de sorprenderse por su éxito.
Escuchemos la legendaria grabación de éste en una actuación en directo en la prisión de San Quintín, en febrero de 1969. A la guitarra, Carl Perkins. En junio de ese mismo año saldría el disco del concierto bajo el título At San Quentin.

También en 1969, Shel Silverstein, su autor, grabó la canción en su disco Boy Named Sue (And His Other Country Songs).

Unos años más tarde, en 1978, el propio Silverstein hizo una secuela titulada Father of Boy Named Sue, en la que cuenta la misma historia desde el punto de vista del padre.