El padre del bluegrass, Bill Monroe, recuperó una canción folk del último tercio del siglo XIX, In the Pines o Where Did You Sleep Last Night, y transformó su letra narrando un accidente ferroviario. Este añadido ha hecho que también se conozca a este tema como The Longest Train.
Orange Blossom Special es todo un himno del fiddle. En 1925, este convoy cubría la ruta entre Nueva York y Miami en sólo 35 horas. Se dice que Robert Chubby Wise y Ervin Rouse, entusiasmados con este tren tras un viaje que efectuaron en 1938, decidieron dedicarle una canción, que concluyeron en apenas veinte minutos. El resultado, un clásico que han grabado gigantes como Johnny Cash, Bill Monroe y muchos otros. Chubby Wise siempre sostuvo que dejó a su amigo Rouse que la registrara en solitario, un gesto de generosidad que hubo de lamentar: «Este fue mi primer error, un error de 100.000 dólares». Escuchemos esta versión instrumental a la armónica de Charlie McCoy.
Viajemos hasta Yuma, Arizona. Frankie Laine grabó The 3:10 to Yuma, en la que el narrador no puede esperar a subir al tren de las 3:10 que se dirige a Yuma para encontrarse con su amada. Fue escrita por Ned Washington y George Duning para el westernEl tren de las 3:10 (1957), de Delmer Daves.
Rawhide es una de las canciones western más «cinematográficas» que se han escrito, con permiso de High Noon para la película homónima, Solo ante el Peligro en España.
Seis años después, los mismos autores volvieron a escribir otro éxito del género que se utilizó como sintonía de una serie del Oeste emitida entre 1959 y 1966, Rawhide. La canción, grabada por primera vez por Frankie Laine, simula los sonidos de una caravana de ganado y cómo el conductor la dirige con el látigo. El título hace referencia al material con que solían hacerse los látigos de los cowboys para azuzar a las bestias, el cuero crudo o sin curtir.
La grabación de Laine se convirtió en uno de los mayores éxitos de su carrera, si no el mayor.
La popularidad del tema hizo que se multiplicaran sus versiones. Una de ellas fue la de Johnny Western.
Escuchemos ahora la grabación que hizo el autor, Dimitri Tiomkin.
Los Blues Brothers la incluyeron en la banda sonora de la película The Blues Brothers, de John Landis (1980).
El grupo de rock italiano The Legendary Kid Combo la incorporó a su disco Booze, Bucks, Death & Chicks (2007).
Hoy vamos a “pinchar” otra de las grandes canciones con la que asociamos a Bob Nolan (la otra, Tumbling Tumbleweeds, ya la escuchamos aquí).
Al igual que en esta última, Nolan habla en Cool Water de su fascinación por el desierto. Nacido en Canadá, a los 13 años se trasladó con su padre a Tucson, Arizona, donde creció entre historias de cowboys y de gente que se perdía y moría en el desierto por no tener agua que beber, motivos recurrentes en sus composiciones. Según su hermano Earl, Bob escribió este poema, al que más tarde pondría música, en 1924, cuando aún era alumno del instituto de Tucson.
El protagonista va cabalgando por una tierra estéril, y habla con su mula Dan, mientras sus almas claman por agua fresca y cristalina. Una criatura imaginaria les hace ver un espejismo, pero “es un diablo, no un hombre, que cubre la arena ardiente de agua”.
Elegida una de las 100 mejores canciones western por la Asociación de Escritores Western de América, en 1951 fue designada la canción más conocida del Oeste americano y, en 2005, su autor entró en el Salón de la Fama de los Compositores Canadienses a título póstumo. Sons of the Pioneers, el grupo de Nolan, grabó este tema cinco años después de su composición, en 1941. Escuchemos la versión original.
La más exitosa fue, sin embargo, esta de marzo de 1945, que tuvo que esperar tres años para salir como single. Ellos son Vaughn Monroe y su orquesta, acompañados por The Sons of the Pioneers.
Hank Williams la interpretó en 1949 para un programa de radio de Shreveport, Louisiana, pero la grabación se perdió y no volvió a escucharse hasta la antología de sus grandes éxitos The Complete Hank Williams (1998). ¿Habéis visto la película de dibujos Rango (2011)? Pues esta es la versión que suena.
Frankie Laine triunfó en el mercado británico con esta interpretación de 1955.
Marty Robbins la incluyó en Gunfighter Ballads and Trail Songs (1959).
El cantante y actor Burl Ives hizo lo propio en su álbum Songs of the West (1961).
Slim Whitman también la versionó.
Johnny Cash la grabó hacia el final de su vida, en 2003, si bien no apareció hasta su disco póstumo American VI: Ain’t No Grave (2010).
Os dejo con este homenaje del hijo de Roy Rogers, otro de los componentes de Sons of the Pioneers, en 2010.
Hoy nos vamos a centrar en una figura que alcanzó gran popularidad en los años 50, y que, en la actualidad, se encuentra algo olvidada. Me refiero a Carl Milton Smith, nacido en Tennessee en 1927.
Su pasión por el country se manifestó ya en la emisora local en que trabajaba, puesto que conservó a la vuelta de sus obligaciones militares en 1947. En 1950 le llegó su primer contrato con una discográfica, la Columbia, de la mano de su productor Don Law. Allí se mantuvo nada menos que 25 años, hasta que firmó con Hickory Records.
Su estilo tenía un aire rockabilly, aprovechando el tirón de este subgénero en los años 50. A lo largo de esa década lanzó al mercado más de 40 singles y solo en su primera mitad alcanzó cinco números 1.
Su vida personal también contribuyó a su fama. En 1952 se casó con June Carter –la futura mujer de Johnny Cash– y, cuando se divorció de esta, contrajo matrimonio con otra estrella del country, Goldie Hill. En los años 60 su éxito empezó a menguar y sus entradas en los primeros puestos de las listas se esfumaron. Finalmente, a finales de los 70 se retiró. En 2003 ingresó en el Salón de la Fama de la Música Country y, ya lejos de los escenarios, murió en su granja al sur de Nashville en 2010.
Uno de sus mayores éxitos fue Hey Joe (1953), que nada tiene que ver con el tema homónimo de Jimi Hendrix. Fue escrito por Boudleaux Bryant y se centra en un par de amigos que están en un salón de baile. Uno de ellos se encapricha de la chica del otro, llamado Joe, y le advierte sin tapujos de que “es tan guapa que va a intentar robársela”.
Poco después, Kitty Wells, la primera mujer que triunfó en la música country, hizo una versión para replicar a Smith. La melodía es la misma, pero la letra cambia; en este caso, Wells es la chica en cuestión; le asegura a Joe que es a él a quien quiere y le promete que ningún otro se la quitará.
La versión que grabó Frankie Laine de este tema fue todo un éxito en Reino Unido. Escuchémosla.
Su último número 1 fue Loose Talk (1954), escrita por Freddie Hart. La letra trata del daño que sufre una pareja por las habladurías irresponsables de la gente.
En 1995 su hija Carlene Carter la incluyó en su disco Little Acts of Treason, en la que canta a dúo con su padre.
Hay multitud de canciones que no nacieron como tonadas country, pero, debido a su popularidad, acabaron siendo grabadas por artistas de este género. Es el caso de Ain’t Misbehavin’ (“No me estoy comportando mal”), escrita en 1929 por Thomas Wright Waller, más conocido como Fats Waller, en colaboración con Harry Brooks –los artífices de la melodía–, con letra de Andy Razaf. El protagonista alega a su pareja que no se está portando mal y que reserva todo su amor para ella.
Escuchemos una selección de versiones ejecutadas por artistas country de este estándar del jazz.
En primer lugar, la de Hank Williams, Jr., que pertenece a su álbum Five-O (1985). En 1987, Williams fue candidato al Grammy y al premio de la Asociación de Música Country en la categoría de mejor interpretación masculina por esta canción.
Este instrumental de Chet Atkins lleva fecha de 1957. Es una muestra más de su virtuosismo en la guitarra.
El grupo Asleep at the Wheel, capitaneado por Ray Benson, revitalizó este clásico.
Frankie Laine, conocido por haber cantado clásicos como High Noon o el tema principal de Gunfight at O.K. Corral, hizo esta versión.
Ahora es el turno de otro de los grandes del country, Willie Nelson, que, por cierto, protagonizó la película Honeysuckle Rose (1980), cuyo título proviene de otra composición de Waller. Su versión está incluida en el álbum American Classic (2009).
Hoy vamos a retrasar los relojes hasta 1935. Aquel año se estrenó un western que incluía uno de los mayores clásicos de la música country de esa década, junto con That Silver Haired Daddy of Mine (ya escuchado aquí). Me refiero a Tumbling Tumbleweeds, una de las primeras grabaciones de Gene Autrey que superó el millón de unidades vendidas.
La canción fue escrita en 1930 por el canadiense Bob Nolan, que no la patentó hasta 1934, cuando el grupo Sons of the Pioneers la grabó junto con Roy Rogers (Rudy Vallee le había puesto ya voz en 1933, pero su interpretación no fue registrada).
Nolan trabajaba de caddie en Los Ángeles, California, cuando se le encendió la bombilla. El título alude a las sorrascas o rodadoras, esas plantas con forma de bolas que van rodando por el desierto, mecidas por el viento y sin rumbo fijo, tan típicas de las películas del Oeste. El autor plantea una obvia analogía con la vida de los cowboys, siempre a la deriva. Originariamente, la canción se llamó Tumbling Leaves y tenía una estrofa más, pero un ejecutivo de la discográfica Sam Fox Music la eliminó, sin el consentimiento de su autor, al entender que no sonaba lo bastante a western.
No sería esa la última vez que los patrones le tomaran el pelo. En 1959, extrañado por los exiguos beneficios que le reportaba un tema tan popular, contrató los servicios de un abogado, que descubrió que la editora que a la sazón explotaba los derechos, la Williamson Music, estaba “amañando” las cifras y le pagaba solo un pequeño porcentaje de lo que le correspondía. Nolan les demandó y ganó el pleito, pero, como la ley no permitía revisar las ventas anteriores a siete años, nunca llegó a recibir todo lo que la canción había generado.
La película homónima de 1935, protagonizada por Gene Autrey, catapultó a la fama la canción, que también sonaría en cintas posteriores como West of the Santa Fe (1938), Silver Spurs (1943), Hollywood Canteen (1944) o Don’t Fence Me In (1945).
Escuchemos ahora algunas versiones de este clásico, cuya letra ha sido considerada por la Asociación de Escritores Western como una de las 100 mejores del siglo. “Me encontrarán solo pero libre como las plantas del desierto. Las preocupaciones del pasado quedarán atrás, no hay ningún lugar donde ir, pero yo encontraré el camino, yendo a la deriva como las plantas del desierto”.
Esta es la original de Sons of The Pioneers –grupo formado por Bob Nolan, Tim Spencer y Roy Rogers–, que la convirtieron en su canción de cabecera.
La popularidad le llegó, como hemos dicho, cuando Gene Autrey, el cowboy cantante, la interpretó en Tumbling Tumbleweeds (1935).
Slim Whiteman alcanzó un gran éxito con esta personal reinterpretación en 1956.
La versión de Frankie Laine pertenece a su álbum Call of the Wild (1962).
Marty Robbins la grabó en su disco All Around Cowboy (1979).
Hoy os invito a que veáis por primera vez –si no la habéis visto– o a que volváis a ver, en caso de que lo hayáis hecho ya, una de las grandes películas de los 70, que, además, presenta una banda sonora country de excepción. Me refiero a La última película, de Peter Bogdanovich (1971). Basada en una novela de Larry McMurtry, guionista de Brokeback Mountain y autor de La fuerza del cariño, la historia se desarrolla a principios de la década de los 50 y narra la vida cotidiana en un pueblo de Texas (McMurtry es de allí y conocía bien el ambiente).
Los personajes se hallan en la encrucijada del paso de la adolescencia a la edad adulta, y se enfrentan como todo el mundo a la soledad, el amor, los celos…, todo ello con el fondo de la amistad que une a los dos protagonistas, Sonny (Timothy Buttons) y Duane (Jeff Bridges), que se disputan las atenciones de Jacy (la debutante Cybill Shepherd). Los más veteranos lidian, a su vez, con el recuerdo de la juventud perdida, así Sam el León, Ruth Popper o los padres de Jacy. La película tuvo ocho candidaturas a los premios Oscars y recibió dos estatuillas por sus interpretaciones secundarias. En 1990, Bogdanovich dirigió Texasville, una secuela también basada en una novela de McMurtry, que se centra en la vida de los personajes treinta años después de La última película. Y sus seguidores esperamos ávidos She’s Funny That Way, que el cineasta terminó de rodar en 2014 y que, en principio, se estrenará en Estados Unidos este verano.
La banda sonora fluye de manera natural en la cinta. Percibimos las canciones –nada menos que 17– cuando alguno de los personajes pone la radio, y entre ellas sobresale el clásico de Hank Williams Cold, cold heart (ya escuchada aquí), y otras canciones muy populares en la época, de Pee Wee King, Lefty Frizzell, Hank Snow, Jo Stafford y muchos otros.
Texas fue un inmenso granero de honky-tonk en la época, y no es de extrañar, por tanto, la propensión de la banda sonora por este estilo. He aquí la grabación original de Slow Poke (1951), de Pee Wee King, Redd Stewart y Chilton Price.
La siguiente canción, You belong to me, también fue escrita por Wee, Stewart y Price, aunque la versión que escuchamos en la cinta es la más popular de Jo Stafford. Un apunte: en realidad, y al igual que la anterior, You belong to me fue escrita por Price en solitario, pero este incluyó en los créditos a King y Stewart para tener más publicidad y que se vendiera mejor. A juzgar por las ventas, acertó.
Os dejo con Give More More More (Of Your Kisses), interpretada por Lefty Frizzell y escrita por el propio Frizzell en colaboración con Ray Price y Jimmy Beck.
Why Don’t You Love Me (Like You Used to Do), de Hank Williams, aparece en los créditos finales y salió como single en 1950.
Ahora, una balada country de Hank Snow, A Fool Such As I en una interpretación que hizo Snow en 1965.
Por último, Rose, Rose, I love You, que triunfó en 1951. Escuchémosla en la voz de Frankie Laine.
La última sesión de grabación de Hank Williams tuvo lugar el 23 de septiembre de 1952 y alumbró uno de los mayores clásicos de la música country.
El disco estaba acompañado en la cara A por Kaw-Liga –nombre de un nativo americano–, bajo los auspicios del editor y compositor Fred Rose. Williams se inspiró en su propia vida para escribir esta canción. Mientras conducía desde Nashville, Tennessee, a Shreveport, Louisiana, en compañía de su novia Billie Jean Jones con el fin de presentarla a sus padres (a la sazón, su matrimonio ya hacía aguas), creó un tema en el que comenzaba definiendo a la que muy pronto sería su ex-mujer, Audrey Sheppard, como “un corazón proclive al engaño”. Ella se sinceró y reconoció que estaba saliendo con el cantante de country Faron Young, al que no tardó en dejar. El narrador castiga a su compañera, diciendo que los nuevos derroteros que ha tomado su corazón le harán llorar y que llegará el tiempo en que añore el amor que ha tirado por la borda. La letra contiene también un homenaje a la canción de Ernest Tubb Walking the floor over you, en su verso “You’ll walk the floor the way I do” (“Darás vueltas como yo lo hago”).
El disco salió en enero de 1953 –poco después de la muerte de Hank–, e, impulsado por esta desgracia, se convirtió en un éxito, con ventas superiores al millón de discos.
En la grabación original se puede escuchar la guitarra acústica de Don Helms, así como unos melancólicos y evocadores violines.
En cuanto a las versiones más populares, destaca la de Joni James de ese mismo año, que fue la más escuchada en las gramolas de los bares (la canción tiene una cadencia al estilo honky-tonk). Más tarde, la grabaron Frankie Laine o Ray Charles, entre otros.
Más datos: la canción sirvió de título para el biopic de 1964 dedicado a la figura de este gran compositor, y como otros clásicos, su influencia ha trascendido la meramente musical: en un evento tan americano como la Super Bowl, el patrocinador, Pepsi, la utilizó para sus anuncios comerciales.
La música country también puede ser muy onírica y tratar temas relacionados con la mitología, como nos demuestra este clásico de 1948. Su compositor, Stanley Davis Jones, es la personificación del cowboy: creció en un rancho en Arizona, cuando perdió a su padre compitió en rodeos para ganar dinero, trabajó como ranger y, como colofón, fue un gran amigo del director John Ford (compuso la música de algunas de sus películas e interpretó pequeños papeles en westerns). Este bagaje sin duda influyó a la hora de escribir este tema paradigmático del country. La primera grabación se la debemos al actor Burl Ives, en un disco de Columbia Records de febrero de 1949. Este tema tan evocador adquirió una popularidad inmediata y distintos autores la incorporaron a su repertorio: Bing Crosby, Peggy Lee, Frankie Laine, Elvis Presley o incluso el cantante español Raphael, en una versión no muy conocida cuya letra cambió levemente.
Pero, sin lugar a dudas, la grabación más famosa (y por la que nuestros lectores la recordarán) es la de Johnny Cash de 1979, que llegó al número 1 de las listas. La melodía recuerda lejanamente a la canción popular de la Guerra de Secesión When Johnny comes marching home, y, como otros clásicos, ha trascendido las fronteras de la música, ya que su estribillo lo cantan los seguidores del equipo de fútbol británico Aston Villa antes de sus encuentros, y ha inspirado el título de la película de superhéroes Ghost Rider (2007). Su influencia ha sido, en definitiva, enorme, y The Doors reconoció que fue determinante para su mítico Riders on the Storm.
La letra recuerda a una historia mitológica escandinava, La caza salvaje. El narrador tiene la visión de un rebaño de vacas que corren en el cielo perseguidos por unos jinetes fantasmas. Estos jinetes, condenados a perseguir eternamente al rebaño sin atraparlo jamás, al estilo del mito de Sísifo, dan un consejo al narrador: que cambie su manera de ser o, en caso contrario, también estará destinado a perseguir eternamente al rebaño demoníaco en el cielo.