Cambiamos de registro en nuestra serie con una canción góspel. Get on Board Little Children, también conocida como The Gospel Train, fue publicada en 1872 y, según algunas fuentes, pudo ser escrita por el ministro baptista John Chamberlain. Tiene multitud de versiones y una de las más conocidas es la de Tennessee Ernie Ford que vamos a escuchar ahora. El narrador recomienda a todos los niños que se suban sin más dilación al tren del evangelio que se aproxima por el recodo, pues «hay sitio para todos, la tarifa es barata, caben tanto los pobres como los ricos y no hay segunda clase».
Great Nashville Railroad Disaster es una historia real sobre un accidente ferroviario que tuvo lugar en Nashville el 9 de julio de 1918. Fue el peor de la historia de esta ciudad y se llevó por delante la vida de al menos 101 personas y provocó 171 heridos, tras un choque frontal entre dos trenes, uno que había salido de Nashville y otro de Memphis. La grabó David Allan Coe en su álbum I’ve Got Something to Say (1980).
Escuchemos ahora Ghost Trains, obra de Famous Lashua que Hank Snow incluyó en su disco dedicado a los trenes Railroad Man (1963). El espíritu de la canción intenta captar la angustia de una pesadilla: un hombre cree ver trenes fantasma en el cielo nocturno hasta que estos se difuminan con la llegada del amanecer. La letra recuerda al clásico de la música western Ghost Riders in the Sky (1948).
La extensa carrera discográfica de Johnny Cash decayó un tanto en los años 80, no porque no siguiera sacando discos sino porque estos ya no tenían el éxito de antaño. El protagonista de la entrada de hoy, Rick Rubin, fue el encargado de devolver, si no la vitalidad, sí la conexión con el público a Johnny Cash.
Con sólo 25 años, este productor fundó un nuevo sello discográfico, Def American Recordings, rebautizado en 1993 como American Recordings. Como cualquier productor con un nuevo proyecto entre manos, se pasaba la vida buscando savia nueva para su sello y así fue como se fijó en Johnny Cash.
Viajó a California, donde aquel vivía, y el maestro se mostró encantado de que un joven emprendedor quisiera trabajar con él. Además, gracias a Rubin, el público más joven empezó a descubrirlo y el Hombre de Negro pudo salir de su letargo durante los últimos años de su vida.
En concreto, Rubin sacó con él cuatro discos y otros dos que aparecieron póstumamente. Seis en total, pues, que se conocen como la serie American Recordings. En uno de ellos, un álbum con grabaciones en directo, reunió a Johnny Cash y a su coetáneo Willie Nelson, nada menos. Escuchemos un ejemplo de cada uno de ellos.
La primera colaboración entre el productor y el artista fue American Recordings (1994), al que pertenece The Beast in Me, una canción de su ex-yerno Nick Lowe.
Después vino Unchained (1996), repleto de colaboraciones con otros artistas. De él escucharemos Southern Accents, escrita por Tom Petty.
El siguiente, que no se considera parte de la serie American Recordings, es su colaboración con Willie Nelson, VH 1 Storytellers (1998). Ahí se incluye su versión en directo de Ghost Riders in the Sky, el clásico de 1948 sobre unos jinetes fantasma en el cielo que, por su mal comportamiento aquí en la Tierra, se ven obligados a perseguir eternamente a la manada del Diablo.
En el siguiente álbum, America 3: Solitary Man (2000), se notaba ya que la salud de Cash empezaba a mermar. Escuchemos su excelente versión de One, que grabó U2 en 1991. Siguiendo las palabras de Bono, su compositor, la canción habla de que no tenemos opción: o aprendemos a convivir entre nosotros o no sobreviviremos.
American IV: The Man Comes Around (2002) fue el último álbum que apareció en vida de Cash, y mereció el premio al Álbum del Año en la Asociación de Música Country. Se compone en su mayoría de versiones de otros artistas, por ejemplo de The First Time Ever I Saw Your Face, popularizada por Roberta Flack en 1972.
Los siguientes discos de los que os voy a hablar aparecieron con carácter póstumo. El primero de ellos, Unearthed, vio la luz dos meses después de su muerte (septiembre de 2003). Se trata de una caja de cinco discos que incluye una selección de las canciones grabadas en los anteriores discos de la serie, así como una colección de canciones góspel. Al primer disco de Unearthed pertenece Flesh and Blood, una composición del propio Cash fechada en 1970.
American V: A Hundred Highways apareció tres años más tarde y fue todo un éxito de ventas, hasta el punto de auparse al número 1, el primero de Johnny después de 37 años. Consiste en versiones de canciones de otros artistas. Por ejemplo, de A Legend in My Time, que fue un éxito para Don Gibson en 1960.
El último disco de Johnny Cash producido por Rubin fue American VI: Ain’t No Grave (2010), del que escucharemos una de sus últimas grabaciones, Ain’t No Grave (Can Hold My Body Down). Se trata de una canción góspel escrita por Claude Ely en 1934, cuando este contaba doce años y se encontraba enfermo de tuberculosis. En el estribillo, el protagonista afirma que no hay tumba que le pueda mantener bajo tierra, en referencia a la resurrección. La solemne versión de Johnny Cash fue utilizada en la banda sonora de Django desencadenado (2012).
Hoy vamos a abordar un nombre bastante desconocido de la historia del country, pero que contribuyó, sin embargo, a definir las canciones de algunos de los grandes como Hank Williams, Ray Price o Carl Smith. A todos ellos les une que grabaron canciones escritas por el protagonista de hoy, Paul Gilley.
Paul fue un gran escritor de canciones –solo se ocupaba de la letra, dejaba la música a compositores como Carter Gibbs o Frank Kratz–, pero nunca apareció en los créditos de las mismas, ya que las vendía a artistas muy conocidos en la época. Y se ganaba la vida bastante bien, ya que, según algunas fuentes, le llegaban a pagar entre 50 y 400 dólares por canción, una cantidad nada desdeñable.
Paul Gilley nació en 1929 en una pequeña población de Kentucky. Fue al colegio en una localidad cercana y allí despuntó su faceta creativa. Lo que más le gustaba era escribir poesía y hasta se hizo socio de la Asociación de Poesía de América. A mediados de 1950, se cuenta que quedó con Hank Williams en la estación de autobús de Nashville, donde este le compró Cold, Cold Heart (aquí la podéis volver a escuchar). Hank conocía el gran talento de Gilley como letrista, pues ya había grabados dos temas suyos: They’ll Never Take Her Love from Me (1950) y I’m so Lonesome I Could Cry (1949), esta última ya escuchada aquí.
Un día de junio de 1957 Gilley murió ahogado en el estanque de una granja de un familiar suyo. En un arranque de desesperación, su madre quemó todos los manuscritos de su hijo, con los cuales se podría haber probado sin lugar a dudas que había sido el artífice de tantas y tantas canciones icónicas del country.
En 2012, el historiador musical W. Lynn Nichol escribió un libro sobre la figura de Paul Gilley que, parafraseando la canción Ghost Riders in the Sky, llevaba por título Paul Gilley: The Ghost Writer in the Sky, en el que recababa testimonios de varios coetáneos que avalaban la tesis de que su pluma estuvo detrás de alguna de las canciones más emblemáticas del género. Escuchemos ya algunas de las que se le atribuyen.
En 1950 Hank Williams grabó They’ll Never Take Her Love From Me.
Otro «hijo» suyo podría ser Crazy Arms, popularizado por Ray Price en 1956, aunque la canción fue escrita por Gilley en 1949.
El primero en grabar I Overlooked an Orchid fue Carl Smith en 1950. Años más tarde, sería un gran éxito para Mickey Gilley, sin ninguna relación con Paul. Esta es la grabación original.
Sigamos con Carl Smith, que, al año siguiente, grabó If Teardrops Were Pennies. El narrador se lamenta de las tristezas que le ha causado su pareja al abandonarle: «Si las lágrimas fueran peniques y los corazones rotos fueran oro, tendría todas los tesoros que mis bolsillos podrían albergar».
Antes de dedicarse a la política, el senador Bobby E. Denton fue cantante de country y, en 1956, grabó A Fallen Star, en la que compara a su amada con «una estrella caída de la Vía Láctea».
Slim Willet figura como creador de Don’t Let the Stars Get in your Eyes, que también le compró a Gilley. Grabada en multitud de estilos, el protagonista de esta animada canción le pide a su novia que le sea fiel durante su ausencia: «No dejes que las estrellas nublen tus ojos ni que la luna rompa tu corazón». Os dejo con la versión de George Jones.
Aunque en los créditos de When it’s Springtime in Alaska aparezca Tillman Franks, se cree que su autor fue Paul Gilley. La letra nos presenta a un buscador de oro en Alaska que asegura que en primavera la temperatura allí es de 40 grados bajo cero. Escuchemos a Johnny Horton, que la grabó en 1958.
La música country también puede ser muy onírica y tratar temas relacionados con la mitología, como nos demuestra este clásico de 1948. Su compositor, Stanley Davis Jones, es la personificación del cowboy: creció en un rancho en Arizona, cuando perdió a su padre compitió en rodeos para ganar dinero, trabajó como ranger y, como colofón, fue un gran amigo del director John Ford (compuso la música de algunas de sus películas e interpretó pequeños papeles en westerns). Este bagaje sin duda influyó a la hora de escribir este tema paradigmático del country. La primera grabación se la debemos al actor Burl Ives, en un disco de Columbia Records de febrero de 1949. Este tema tan evocador adquirió una popularidad inmediata y distintos autores la incorporaron a su repertorio: Bing Crosby, Peggy Lee, Frankie Laine, Elvis Presley o incluso el cantante español Raphael, en una versión no muy conocida cuya letra cambió levemente.
Pero, sin lugar a dudas, la grabación más famosa (y por la que nuestros lectores la recordarán) es la de Johnny Cash de 1979, que llegó al número 1 de las listas. La melodía recuerda lejanamente a la canción popular de la Guerra de Secesión When Johnny comes marching home, y, como otros clásicos, ha trascendido las fronteras de la música, ya que su estribillo lo cantan los seguidores del equipo de fútbol británico Aston Villa antes de sus encuentros, y ha inspirado el título de la película de superhéroes Ghost Rider (2007). Su influencia ha sido, en definitiva, enorme, y The Doors reconoció que fue determinante para su mítico Riders on the Storm.
La letra recuerda a una historia mitológica escandinava, La caza salvaje. El narrador tiene la visión de un rebaño de vacas que corren en el cielo perseguidos por unos jinetes fantasmas. Estos jinetes, condenados a perseguir eternamente al rebaño sin atraparlo jamás, al estilo del mito de Sísifo, dan un consejo al narrador: que cambie su manera de ser o, en caso contrario, también estará destinado a perseguir eternamente al rebaño demoníaco en el cielo.