Big Rock Candy Mountain. Harry McClintock, 1928

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Hoy vamos a escuchar una canción que se adentra en el mundo de la fantasía y de los cuentos infantiles. Big Rock Candy Mountain fue escrita por Harry McClintock, conocido también por su sobrenombre artístico, Haywire Mac. McClintock llevó una vida muy aventurera: se fue de casa para unirse a un circo, vivió en África, trabajó como marino, estuvo en Filipinas coincidiendo con la guerra de 1898 –suministraba munición y víveres al ejército estadounidense– y residió en China en el momento de la rebelión Boxer. Tras volver a Estados Unidos, se puso a trabajar como obrero de ferrocarril en las montañas de Utah.

Cuando grabó su canción más conocida, esta Big Rock Candy Mountain –montaña de caramelo en forma de gran roca– los lugareños, a modo de broma, bautizaron con ese nombre una de las montañas de aquellos parajes, que hoy, gracias a él, se ha convertido en un destino turístico. Es probable que la fuente de inspiración de McClintock fuera la balada del siglo XVII Invitation to Lubberland.

McClintock la escribió a finales del siglo XIX, pero la grabó por primera vez en 1928. La letra describe la visión que un vagabundo tiene del paraíso: las gallinas ponen huevos pasados por agua, hay árboles que dan cigarrillos, los policías tienen patas de palo y sus perros tienen dientes de goma. El tema figuró en la banda sonora de O Brother Where Art Thou, de los hermanos Coen (2000).

Esta es la versión original de Harry McClintock de 1928.

Uno de los pioneros del country, Vernon Dalhart, la grabó poco después.

La versión que hizo Burl Ives en 1949 adquirió gran popularidad.

En los años 60 Johnny Cash la interpretó ante un grupo de niños.

Escuchad ahora a Tex Ritter.

Concluyo por hoy con el especialista en folk y bluegrass John Hartford.

 

 

 

Basado en hechos reales

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En numerosas ocasiones los compositores se inspiran en hechos de la vida real para sus creaciones. Hoy voy a hablar de uno de esos casos.
El compositor se llamaba Vernon Dalhart. Su inspiración, Floyd Collins, un aventurero oriundo de Kentucky que gustaba de explorar cuevas. El 30 de enero de 1925, el tal Collins se adentró en las cuevas del Mammoth National Park (Kentucky) con objeto de descubrir una nueva entrada a este complejo subterráneo e incrementar así su atractivo turístico.
Tuvo mala suerte. Una roca de más de 10 kilos le cayó en el pie y quedó atrapado en la llamada Sand Cave. A partir de ese momento, se puso en marcha un dispositivo para rescatarlo y, durante los primeros días, un reportero de Louisville, Kentucky, le llevó comida a cambio de que satisficiera el interés de los curiosos mediante entrevistas exclusivas. El tema dio mucho que hablar, y estoy seguro de que a pocos de nuestros lectores se le escapará que la historia fue utilizada por Billy Wilder para El gran carnaval (1951), un cáustico retrato de la prensa más amarillista.
Floyd Collins acabó muriendo de sed e inanición en las profundidades, tras cortarse toda comunicación con él. Su cuerpo fue hallado el 17 de febrero y los médicos dictaminaron que llevaba al menos tres días muerto. Lo dejaron allí hasta el mes de abril, cuando mejoraron las condiciones para la recuperación de sus restos.
Mucho después, una historia parecida, la del espeleólogo Aron Ralston, inspiró la cinta de Danny Boyle 127 horas, con James Franco.
Escuchemos la versión de Vernon Dalhart grabada en octubre de 1925, apenas siete meses después de la muerte del espeleólogo:

Y aquí os dejo la versión de Fiddlin’ John Carson sobre el mismo tema, interpretada de forma más lenta:

Las grabaciones de Bristol: el debut de los grandes

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Hasta ahora hemos visto algunas grabaciones de música country: las de Eck Robertson con Henry C. Gilliland, Fiddlin’ John Carson o Vernon Dalhart. Todas ellas tenían un punto en común: los artistas debían desplazarse a Nueva York para grabar, ya que las discográficas no contaban con ninguna otra sede. Esto cambió en 1927, cuando algunos productores visionarios de la Okeh Records o la Columbia decidieron enviar personal de su compañía en busca de nuevos talentos en el centro y el sur de Estados Unidos, caldo de cultivo de la música country.
Ralph Peer era uno de ellos. Dejó la Okeh por la Victor Talking Machine Company y fundó un estudio de grabación en la pequeña localidad de Bristol, Tennessee, concretamente en un almacén de sombreros de State Street. Pidió ayuda a su amigo Stoneman para localizar nuevos talentos en las zonas rurales y, siguiendo su consejo, se trasladó a los Apalaches –sobre todo Georgia, Carolina del Norte y Tennessee– y reclutó a varios músicos de la zona.
Entre el 25 de julio y el 5 de agosto de 1927, se desarrollaron maratonianas sesiones de grabación en Bristol, en las que actuaron el propio Ernest Stoneman, quien formó un grupo, los Dixie Mountaneers, Ernest Phipps, Eck Dunford, los Blue Ridge Corn Shuckers, Blind Alfred Reed o B. F. Shelton, todos ellos de carrera efímera.
Sin embargo, las sesiones sirvieron para descubrir a dos gigantes de la música country: la familia Carter (cuyas grabaciones tuvieron lugar el 1 y 2 de agosto) y Jimmie Rodgers (que lo hizo el 4 de agosto).
La familia Carter grabó los siguientes temas: Bury me under the weeping willow, Little Log Cabin by the Sea, The poor orphan child, The storms are on the ocean, Single girl, married girl y The wandering boy. Por su parte Jimmie Rodgers hizo lo propio con The soldier’s sweetheart y Sleep, Baby, sleep.
Estos once días en Bristol sirvieron para descubrir tanto a la población americana como al resto de discográficas lo lucrativo que podía ser el negocio del country y, por ello, se les puede considerar el Big Bang del género.
Todo se lo debemos, en fin, al productor Ralph Peer, que publicó a artistas de jazz como Fats Waller, Louis Armstrong, Jelly Roll Morton, música popular de Hoagy Carmnichael, las Andrews Sisters o Glenn Miller, y a otros artistas country. El conjunto de su carrera le valió ser miembro del Salón de la Fama del country.
De la familia Carter, aquí tenéis The poor orphan child.

Y de Jimmie Rogers vamos a escuchar su nana Sleep, baby, sleep, con su inconfundible yodel. Será como un dulce viaje al pasado…

El despegue definitivo de la música country

WRECK OF THE OLD 97
No sería hasta el año siguiente, 1924, cuando se grabaría un disco que superara los 7 millones de unidades vendidas, cantidad más que respetable teniendo en cuenta que nos encontramos en los años 20. Marion Try Slaughter sería el artífice de esta gesta. Nació en Texas y se dedicó a la ganadería. Uno de sus primeros trabajos fue conducir el ganado entre dos ciudades tejanas, Vernon y Dalhart; el amor que sentía por estas tierras hizo que su nombre artístico fuera una combinación de ambas, y como Vernon Dalhart ha pasado a la historia. Huérfano de padre desde muy pequeño -fue asesinado por su tío-, la familia se trasladó a Dallas, Texas, donde Vernon tocaba el arpa y la armónica y estudió en el conservatorio de música. Su formación musical le permitió trasladarse junto con su familia a Nueva York, entrando en contacto con el mismísimo Thomas Alva Edison.
En 1924 (el día exacto no se conoce) tuvo lugar la grabación que más contribuyó a la popularidad de la música country. La Victor Talking Machine la auspició, y Dalhart eligió para ella un tema dedicado al descarrilamiento ocurrido en 1903 cerca de Danville, Virginia, del correo Fast Mail número 97, que dejó 11 muertos y 7 heridos; hablamos, claro, de la canción Wreck of the Old ’97. En la otra cara, encontramos una deliciosa balada country, The Prisoner’s Song, cuya letra habla del último encuentro entre un convicto, que va a entrar al día siguiente en la cárcel, y su amada.
La fuerza de estas dos canciones hizo que este fuera el primer disco en EE.UU. que superara el millón de unidades vendidas. Ningún otro estilo había sido hasta entonces capaz de tal proeza. Hubo que esperar al country. Y a uno de sus pioneros más legendarios: Vernon Dalhart.