John Hartford, un virtuoso del fiddle y el banjo

john hartford
John Hartford nació en 1937. Seguidor del programa de radio del Grand Ole Opry, pronto supo que lo suyo era la música y, admirador como era de Earl Scruggs, cimentó su carrera, al igual que él, en el banjo.
Su talento se reveló precoz: a los 13 años ya tocaba el banjo, el fiddle, la guitarra y la mandolina, y cuando todavía estaba en el instituto, formó su primer grupo bluegrass. En 1965 se trasladó a Nashville, y el año siguiente dio el pistoletazo de salida a su carrera discográfica con Looks at Life.
Sus servicios eran reclamados por multitud de artistas, e intervino en el icónico álbum Sweetheart of the Rodeo (1968), de The Byrds. Su éxito prosiguió en los años 70, y uno de sus últimos trabajos fue para la banda sonora de la película de los hermanos Coen O Brother Where Art Thou (2000). Su legado ha sido tan importante, que su particular mezcla entre el bluegrass y el folk, seña de identidad de su estilo, suele recibir el nombre de newgrass. Falleció en 2001.
Su mayor éxito como compositor fue Gentle on My Mind, que le reportó dos Grammys en 1967. Hartford solía decir que esta canción «compró su libertad», y es que el tema, uno de los más versionados en la música country, le llenó el bolsillo en pago por sus derechos.

Glen Campbell la grabó el mismo año y también se llevó otro Grammy a la mejor interpretación vocal masculina. Esta es su versión.

This Eve of Parting aparecía en The Love Album (1968) y, más recientemente, en la banda sonora de Lady Bird (2017).

Natural to Be Gone pertenece a su álbum Iron Mountain Depot (1969).

Su último single fue Piece of My Heart, del disco Gum Tree Canoe (1984).

Big Rock Candy Mountain. Harry McClintock, 1928

big rock

Hoy vamos a escuchar una canción que se adentra en el mundo de la fantasía y de los cuentos infantiles. Big Rock Candy Mountain fue escrita por Harry McClintock, conocido también por su sobrenombre artístico, Haywire Mac. McClintock llevó una vida muy aventurera: se fue de casa para unirse a un circo, vivió en África, trabajó como marino, estuvo en Filipinas coincidiendo con la guerra de 1898 –suministraba munición y víveres al ejército estadounidense– y residió en China en el momento de la rebelión Boxer. Tras volver a Estados Unidos, se puso a trabajar como obrero de ferrocarril en las montañas de Utah.

Cuando grabó su canción más conocida, esta Big Rock Candy Mountain –montaña de caramelo en forma de gran roca– los lugareños, a modo de broma, bautizaron con ese nombre una de las montañas de aquellos parajes, que hoy, gracias a él, se ha convertido en un destino turístico. Es probable que la fuente de inspiración de McClintock fuera la balada del siglo XVII Invitation to Lubberland.

McClintock la escribió a finales del siglo XIX, pero la grabó por primera vez en 1928. La letra describe la visión que un vagabundo tiene del paraíso: las gallinas ponen huevos pasados por agua, hay árboles que dan cigarrillos, los policías tienen patas de palo y sus perros tienen dientes de goma. El tema figuró en la banda sonora de O Brother Where Art Thou, de los hermanos Coen (2000).

Esta es la versión original de Harry McClintock de 1928.

Uno de los pioneros del country, Vernon Dalhart, la grabó poco después.

La versión que hizo Burl Ives en 1949 adquirió gran popularidad.

En los años 60 Johnny Cash la interpretó ante un grupo de niños.

Escuchad ahora a Tex Ritter.

Concluyo por hoy con el especialista en folk y bluegrass John Hartford.

 

 

 

Hasta siempre, cowboy de lentejuelas

glen campbell

Ayer el country perdió a otro imprescindible. Glen Travis Campbell –aquí podéis ver su breve reseña biográfica– ha muerto a los 81 años de edad tras una larga lucha contra el Alzheimer.

En su adolescencia y juventud se prendó del arte de Django Reinhardt y decidió consagrar su vida a la música. A los 14 años dejó el colegio y se fue a Los Ángeles a probar fortuna. Su popularidad comenzó en 1967, con By the Time I Get to Phoenix, y ya al año siguiente consiguió todo un hito: superar en ventas a los Beatles en Estados Unidos.

Su creciente popularidad hizo que incluso John Wayne le invitara a actuar en Valor de ley (1969), en un papel nada desdeñable (además, interpretó el tema principal de la película). Entre 1969 y 1972, tuvo un programa propio en el que predicaba la grandeza del country. Willie Nelson, Johnny Cash o Linda Ronstadt, entre otros artistas, pasaron por él.

Pero su carrera había empezado unos años antes. Uno de sus hitos fundacionales tuvo lugar en 1964, cuando los Beach Boys lo llamaron para sustituir a Brian Wilson, que sufría una de sus cíclicas depresiones. Incluso se le puede escuchar tocando la guitarra en Pet Sounds (1966). Tan encantados estaban con su estilo, que le ofrecieron unirse al grupo con carácter permanente, pero Glen declinó la oferta.

En sus más de 50 años sobre los escenarios, Campbell vendió nada más y nada menos que 45 millones de discos. En 2005 fue nombrado miembro del Salón de la Fama de la música country; en una entrevista señaló: «Puedes tener el vocalista masculino y todo eso. Yo me quedó con el Salón de la Fama». Bruce Springsteen dijo de él: «Tenía una bonita voz, pura, nada sofisticada. Era simple en la superficie pero había un mundo de emociones por debajo».

A principios de 2011 le diagnosticaron Alzheimer y, consciente de que poco a poco iría perdiendo la conexión con su público, se embarcó en una gira de despedida, Goodbye Tour. Tras finalizarla grabó en Nashville el que sería su último trabajo, Adiós (así, en español), que incluye sobre todo versiones de Harry Nilsson (Everybody’s Talking), Willie Nelson (Funny How Time Slips Away) o Bob Dylan (Don’t Think Twice, It’s Allright) entre otros. El disco, que consta de 12 canciones, fue guardado como oro en paño por su discográfica, Universal Music, que lo sacó al mercado el pasado mes de junio.

Como parte de este pequeño homenaje, vamos a escuchar algunas de sus canciones más conocidas. Entre ellas, Rhinestone Cowboy. Larry Weiss escribió este tema en 1975. La letra habla de un cantante de country al que el éxito le ha sido esquivo pero que aún confía en brillar como un cowboy con lentejuelas.

El primer éxito importante de su carrera fue gracias a Jimmy Webb, quien escribió para él By the Time I Get to Phoenix, una canción de amor en la que el narrador recuerda a su novia, a la que ha dejado, en cada una de las ciudades por las que pasa.

Al año siguiente Webb escribió otro tema para él, Wichita Lineman, en el que un operario de una compañía telefónica no puede dejar de pensar en su amada.

Con su colaborador habitual, el citado Jimmy Webb, abordó un tema candente, la guerra de Vietnam, en Galveston. Mientras cumple con su deber, un soldado sueña con volver a su ciudad natal de Galveston (Texas).

En 1968 consiguió su primer Grammy por Gentle on my Mind, una canción escrita por John Hartford después de ver Doctor Zhivago en el cine. Se trata de una canción de amor en la que dos amantes se citan clandestinamente.

Su último número 1 fue Southern Nights, un tema escrito por Allen Toussaint, quien ya lo había grabado años antes, y en el que evoca las noches sureñas.

 

Norte y Sur (yXVII)

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La canción con la que se abre esta última entrega de Norte y Surcheer up, boys!– surgió en los años inmediatamente anteriores al estallido de la guerra, concretamente en 1850.
No se sabe con exactitud su autor, pero sí que, al principio, el tema fue conocido como Wait for the Wagon, y que su letra, aunque tuvo diversas variantes –como acostumbran las canciones folk–, describía las proposiciones de un hombre a una mujer para que se fuera con él en su carromato.
Fue tal su popularidad, que llegó a interpretarse en los escenarios de Londres, y unos soldados confederados la adaptaron a esos tiempos marciales. Así nació The Southern Wagon, ya como una encendida defensa de los principios que inspiraron la Secesión: “no queremos un gobierno en el que el algodón no sea el rey, nuestra causa es justa y sagrada, nuestros hombres valientes y honestos”. Total, que en este carromato sureño viajan, junto con el presidente de la Confederación Jefferson Davis, el vicepresidente Alexander Stephens y P. G. T. Beauregard, uno de sus principales generales.
Bobby Horton nos dejó esta interpretación.

En el ya clásico Songs of the Civil War (1961), de Capitol Records, Tennessee Ernie Ford nos brindó esta versión.

Y, para terminar esta serie dedicada a la Guerra de Secesión, he elegido uno de los temas del maestro del fiddle John Hartford, fallecido en 2001. En esta grabación de The Secesh (Shiloh), que inyecta alegría en vena, vais a escuchar su clogging característico, esa forma de baile folk que consiste en marcar el ritmo con los zapatos. El título hace referencia a la batalla de Shiloh, que tuvo lugar en 1862 en Tennessee. La letra es muy sencilla: el soldado coge su petate y el rifle, y se dirige a Shiloh, donde le aguarda su destino.

En fin, espero que hayáis disfrutado de esta selección de música e historia que comencé el pasado 13 de enero. Yo me lo he pasado muy bien, la verdad, y ahora voy a buscar una nueva batalla. ¿Nos alistamos juntos?

Norte y Sur (XIII)

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Comencemos con una efeméride. Tal día como hoy de hace 150 años, el 9 de abril de 1865, el general Lee rindió su ejército en Appomattox (Virginia), lo que selló el fin de la Guerra de Secesión con la victoria unionista. Los soldados pudieron reanudar el curso de sus vidas y de eso precisamente hablaremos en la entrada de hoy: del regreso al hogar desde el frente de batalla.
La canción más popular sobre este tema fue When Johnny comes marching home, que, en realidad, se escribió dos años antes de que acabara la guerra. Su autor, Patrick Gilmore, un letrista de ascendencia irlandesa, se sirvió de la melodía de Johnny Fill Up the Bowl (“Johnny, llena el cuenco”), también conocida como For Bales (“Por los fardos de heno”). Escuchémosla.

En el folk, la paternidad de las canciones resulta a menudo confusa. Es el caso de Johnny, I hardly knew ye, con la que también comparte melodía. The Irish Rovers versionó esta canción, que se remonta unos 250 años atrás en el tiempo.

Os dejo ahora con una conocida adaptación que se hizo durante la guerra, tocada por el Second South Carolina String Band. La letra hace referencia a la alegría que inundará a todos “cuando Johnny vuelva a casa”.

Esta es la interpretación de Dolly Parton durante una celebración del 4 de julio, fiesta nacional.

El director de orquesta Mitch Miller nos dejó esta otra versión de carácter coral.

Finalmente, películas como La conquista del Oeste, Yankee Dandy, Lo que el viento se llevó, Nacido el cuatro de julio y muchas otras la incorporaron a su banda sonora.
I’m going back to Dixie es una canción escrita en 1874, una vez finalizada la guerra, por C. A. White. Fue muy popular entre los soldados que regresaban del frente. El maestro del bluegrass John Hartford incluyó una versión de la misma en su disco Goin’ Back to Dixie (1992).

En el marco de una convención de instrumentistas del fiddle, escuchemos a los especialistas del banjo Wayne Shrubsall y Peter Feldman, miembros de The Old Time Band.

Tom Roush la revitalizó en 2011.

Al finalizar la Guerra de Secesión, comenzó el período de la “reconstrucción”, en el sentido literal y también en el figurado. No todo el mundo toleró el nuevo orden de cosas, y sobre eso habla la siguiente canción. Había rebeldes que no aceptaban ser “reconstruidos”. La letra de Unreconstructed Rebel –también conocida como I’m a good old rebel– está narrada por un soldado sureño que no comparte en absoluto los valores de los “yankees”, se alegra de haber luchado contra ellos y no quiere el perdón por nada de lo que ha hecho.

He aquí la interpretación del Second South Carolina String Band.

La película Forajidos de leyenda la incluyó en su banda sonora, con música de Ry Cooder.

Norte y Sur (VIII)

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La primera de las canciones que os presento hoy, Yellow Rose of Texas, de autor desconocido, fue escrita para otra guerra, la de independencia de Texas, en 1836. Durante la Guerra Civil alcanzó, no obstante, su mayor popularidad, ya que fue publicada por escrito poco antes de que ésta estallara.
La letra hace referencia a una sirvienta negra, Emily D. West –en aquellos años se decía que las personas negras tenían la piel amarilla, al ser mulatas– de la que se enamora el general mexicano Santa Ana, que pierde la cabeza por ella, baja la guardia, siempre según la leyenda, y propicia la victoria de los texanos en la decisiva batalla de San Jacinto, que les aseguró la independencia hasta que, en 1848, su territorio entró a formar parte de la Unión. El soldado anhela visitar a su “rosa amarilla de Texas”, a la que tuvo que dejar para ir a la guerra. Cuando se encuentren, no volverán a separarse.
En 1955 Mitch Miller alcanzó uno de los mayores éxitos de su carrera con su interpretación de Yellow Rose of Texas, confiriéndole un estilo de marcha militar.

Os dejo ahora con Bobby Horton.

En 1984 Johnny Kee y Lane Brody le cambiaron la letra y llegó al número 1.

Hoyt Axton, acompañado por John Hartford, nos legó esta romántica versión.

Aura Lea es una canción escrita en 1861 por George R. Poulton y W. W. Fosdich, que le puso letra. En esta ocasión, la destinataria es una “doncella de cabellos dorados”, la Aura Lea del título.
El tema tuvo su pertinente presencia en el séptimo arte. En la película Rivales (1936), de Howard Hawks, la canta Frances Farmer.

Esta es la versión de Tom Roush.

97 Regimental String Band también la incluyó en su repertorio.

Escuchemos esta grabación de los años 50 de Jim Reeves.

Con una letra distinta, fue utilizada años después por Elvis Presley para su célebre Love Me Tender (1956).

Norte y Sur (VII)

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En las próximas entregas nos aproximaremos a uno de los lugares comunes de todas las guerras: las canciones que los soldados en el frente dedican a sus novias y mujeres.
La primera que vamos a escuchar, Lorena, fue escrita en 1856, unos años antes de que estallara la guerra, en Ohio –estado del norte–, pero fue tremendamente popular en ambos bandos durante el conflicto. Su autor, el reverendo Henry D.L. Webster, se la dedicó a un viejo amor, Ella Blocksom, cuyo rechazo provocó que abandonara su labor como pastor. Su amigo Joseph Philbrick Webster se ocupó de la música. Nostálgico y sentimental, el tema caló tan hondo entre las tropas sureñas, que hubo quien dijo que fue el culpable de que el Sur perdiera la guerra: al cantarla, los soldados se ponían en modo melancólico, y perdían las ansias de luchar. Max Steiner la incluyó en la banda sonora de Lo que el viento se llevó (1939) y, años después, en algunas escenas de Centauros del desierto (1956). La letra expone lo perdurable del amor: “Los años se arrastran lentamente, hay nieve en el terreno, el sol se pone en el cielo, hay escarcha donde antes había flores, pero los corazones laten tan cálidamente ahora como cuando se aproximaban los días del verano”.
En mi opinión, Tennessee Ernie Ford fue quien mejor supo captar el espíritu suave de la balada con su espléndida voz de barítono. Lo hizo en su disco Songs of the Civil War (1961).

Escuchemos al 97 Regimental String Band.

Tom Roush ha recuperado multitud de canciones de la Guerra Civil, entre ellas ésta.

Second South Carolina String Band versionó este clásico.

El virtuoso del fiddle y el banjo –y gran representante del bluegrass– John Hartford nos regaló esta versión.